Escrito por: Daniela Patricia Pérez Vásquez
En los últimos años, Colombia ha sido testigo de un auge en el emprendimiento. Cada vez más colombianos, motivados por la necesidad de generar ingresos o por el deseo de independencia financiera, están lanzándose a la aventura de crear sus propios negocios, innovar y emprender. Sin embargo, este es un camino lleno de promesas y oportunidades, y plagado de desafíos significativos que deben ser superados para garantizar el éxito y la sostenibilidad de las nuevas empresas, tan difícil en los primeros años.
Uno de los mayores desafíos que enfrentan los emprendedores en Colombia es el acceso al financiamiento. A pesar de la existencia de diversos programas de apoyo gubernamentales y privados, muchos emprendedores aún encuentran dificultades para acceder a los recursos necesarios para poner en marcha sus proyectos. Las condiciones de crédito suelen ser restrictivas, especialmente para aquellos que no cuentan con un historial crediticio sólido o garantías suficientes. Esta falta de capital inicial, conocido también como capital semilla, limita la capacidad de los emprendedores para invertir en sus procesos de innovación, prototipo, desarrollo de productos y expansión, lo que a menudo resulta en la pérdida de oportunidades de crecimiento.
Otro reto importante es la burocracia. Aunque se han hecho esfuerzos por simplificar los trámites para la creación de empresas, e incentivos para personas jóvenes, la realidad es que muchos emprendedores se enfrentan a procesos engorrosos que ralentizan la puesta en marcha de sus negocios, especialmente por la falta de conocimiento en los requisitos y la demora en los procesos administrativos, que no solo desmotivan a los emprendedores, sino que también aumentan los costos y la incertidumbre en los primeros meses de operación.
Todo esto, lo vivimos en medio de una alta informalidad laboral, problema estructural en el país. Muchos emprendedores, especialmente en sectores tradicionales, optan por mantener sus negocios en la informalidad debido a la carga tributaria y a las obligaciones laborales que implican el formalizarse. Sin embargo, esta decisión puede limitar su acceso a beneficios como el crédito formal, la posibilidad de participar en licitaciones públicas, obtener recursos de cooperación internacional y la construcción de una reputación sólida en el mercado.
A pesar de estos desafíos, y del ambiente político, puede que el panorama del emprendimiento en Colombia no sea del todo sombrío. La creciente digitalización y el acceso a nuevas tecnologías han abierto un abanico de posibilidades para los emprendedores, permitiéndoles alcanzar mercados más amplios y diversificar sus fuentes de ingresos. Las plataformas de comercio electrónico, por ejemplo, han permitido a pequeñas empresas vender sus productos más allá de sus fronteras locales, accediendo a clientes en todo el país e incluso en el extranjero.
Cada vez más colombianos valoran el emprendimiento como una opción de vida, y las universidades y centros de formación están incorporando el espíritu emprendedor en sus programas académicos. Esta tendencia está formando una nueva generación de emprendedores más capacitados, con una mentalidad global y una mayor disposición a asumir riesgos calculados.
Si bien es cierto que existen barreras importantes que deben ser superadas, las oportunidades para aquellos que perseveran son igualmente significativas. Con el apoyo adecuado y un entorno favorable, los emprendedores colombianos tienen el potencial de convertirse en motores clave del crecimiento económico y social del país.
Sobre la autora
Daniela Patricia Pérez Vásquez
Daniela es Profesional en Relaciones Internacionales, especialista en Gobierno y Gestión Pública Territoriales, y Candidata a Magíster en Políticas Públicas de la Universidad de Los Andes.